Góndolas de Venecia atadas a la plenitud del atardecer, ya no llevaréis castos novios ni las aguas surcaréis. Vientos lejanos trajeron un virus cruel y ya no se escuchan los violines, ni hay paseos de un romántico querer. Las aguas se han aquietado mientras vosotras, las góndolas bajo un manto azul, dormiréis. ¿Qué será del cantar que acompañaba a los enamorados? Se quedó cual cristal y escondió su eco que jamás escucharéis. Un virus letal ha triunfado sobre el mundo y el silencio de mañana será el mismo de ayer. INGRID ZETTERBERG De mi poemario "Amaneciendo entre lirios" Derechos reservados Safe Creative Cta. 1006080193112
Categoría: Nostálgico y romántico
Usted y yo…(Dueto)
USTED Y YO
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(Dueto entre los poetas Ingrid Zetterberg y Roberto Tavares en el foro Mundopoesía en el año 2,009)
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ROBERTO: Usted entre versos y doradas gotas,
usted y las rosas de rocío cuajadas,
usted y las cartas
de esperanzas rotas,
usted y el silencio de las madrugadas.
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INGRID: Usted y sus palabras
que traspasan mi vida.
Usted y yo, inesperado encuentro
de dos almas. Poetas de sangre.
Usted y el dolor de lo que se ha ido,
usted y ese llanto
que ya no esperaba.
Le ofrezco mi canto
como dulce daga.
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ROBERTO: Yo por mi parte le ofrezco
mi oído como desatino.
Y el verso que siento latir
por mi pecho,
le envuelvo mi alma
ahita de sueños,
sembrada de ansías
y desconsuelos, como prenda
afable de mi vida quieta,
que ahora despierta
al leer tan sentidos escritos
de su puño y letra.
Y si fuera que al verme
llenito de anhelos,
usted me comprende
y me justifica,
le ruego mi amiga
que usted de alegrías
me toque la puerta.
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INGRID: Usted y yo, como dos niños
que se asoman a la fuente
de las aguas perfumadas,
que mana en su vertiente
la pureza de los versos.
Usted que alcanzó
las hondas fibras del misterio
con sus letras,
y yo que descorrí el velo,
descubriendo mi tristeza.
Usted y yo, almas afines,
que dejamos fluir música
en las palabras,
y detuvimos las madrugadas
en el cantar que atravesó
nuestras ventanas.
Volvamos en quietud
hacia la luz
que rozó nuestras manos,
e inspiró nuestro canto.
La luz de Aquel
que nos anda buscando.
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ROBERTO: Como un volver a la infancia
feliz,
así lo ha descrito,
que yo me imagino de usted
y su canto, un sueño veraz,
ataviado de flores,
que en la quietud se desprende
y da muestra
que aún en penumbra
ya alumbra,
y que aún de noche
ya asoma en dos corazones…
un nuevo horizonte.
Usted es un cuento feliz
para mis dolores,
por eso, yo dejo que un verso
dibuje en suspenso…
mis emociones.
Mientras más leo, más
me fascino.
Y mientras miro el ámbar
del día, me doy cuenta
que me ha conducido,
a la luz de Aquel que da paz
y lo es TODO,
y hallando esa paz
tan serena,
el alma se acuesta
a sabiendas
que existe alguien
que la comprenda.
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INGRID: Usted mi amigo,
el de las palabras dolidas,
el de la ilusión plena,
cada hoja derramada
del árbol de los años,
se llevó esperanzas viejas,
y arrastró canciones nuevas
hasta el umbral
de nuestras puertas.
Una mirada de luz
le abrirá a usted
la desconocida senda,
una ruta iluminada
que hace tiempo yo conozco
y que me embriaga.
En esa senda
hay unas huellas laceradas
que le invitan a usted
a continuar con valentía.
Usted y yo
llevamos en el alma
el don de poesía,
regalo dichoso de Aquel
que más nos ama.
Usted amigo hermano,
cuya tristeza es mía,
deberá saber que
no hay desencanto ni dolor,
cuyas manos heridas
no puedan sanarnos.
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ROBERTO: Yo quiero en un sueño
volver a encontrarla,
yo quiero mirar de la luz
sus colores,
yo quiero olvidar
los antiguos dolores,
que me cambien por paz
la voraz soledad
de mis decepciones.
Es decir,
la ilusión convertirla
en vivencia,
y así renovado
hallar en usted
mi mejor poesía,
por eso mi amiga
como lo que a usted
ahora le inspiro,
seca mi llanto,
lo que usted me describa
yo se lo canto.
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INGRID ZETTERBERG Y ROBERTO TAVARES
POEMA A DOS VOCES
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De mi poemario
«Tu luz y mis versos»
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Derechos reservados
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Te confieso
TE CONFIESO
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Tierno amor,
desde que supe de ti
siento la urgencia
de estar solos tú y yo.
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Nos debemos la vida,
tesoro que va bogando en letras,
aguas cristalinas
deformadas por la tristeza.
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No quiero otra cosa que tus ojos,
más allá de este suelo.
Lo emotivo de tu alma
junto al sentir
de mi nostalgia.
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Extiéndeme tu mano…
quiero alcanzarte,
allá donde reviven los sueños.
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Prenda mía
¿hasta cuándo he de debatirme
entre dos vidas?
¿hasta cuándo este inconcluso vuelo?
y no saber si algún día
lograré derramar mi dolor
en la tibieza de tu cuello.
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No saber si volveré a oir tu risa,
tu dulce acento…
De mi poemario
«Poemas de terciopelo»
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Derechos reservados
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Horas muertas
HORAS MUERTAS
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Horas borrosas
donde rueda
lento y oscuro
el impulso de amar.
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Horas
que ya no regresan,
que se hicieron
breves y frágiles
como el hilo dorado
del tiempo.
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Quiero tejerte
en mis manos,
hora fecunda y perfecta
que te fuiste
llevándote los lazos
del amor.
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Quiero volver
a aquella tarde
que murió
entre las manecillas
del antiguo reloj.
De mi poemario
«Sendero de inspiración»
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Derechos reservados
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Mendicidad
MENDICIDAD
¿Para quién son
estos brotes
mendigos de tus manos?
¿Para quién
la desvencijada esperanza?
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¿A qué alzar
mis blancos sueños
si no treparán más
a tu soledad?
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Lejos,
lejos de mí
se arrellanan tus desvelos,
entre ajenas palabras
y desconocidas pisadas.
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¿Para qué mis alas,
si no han de viajar
hacia ti?
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Como un ave herida
bajo las sombras
de tu jardín,
esconderé mi vuelo,
olvidada de tus ojos.
De mi poemario
«El canto de la tórtola»
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Derechos reservados
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Compañero de juegos
COMPAÑERO DE JUEGOS
Julio, amigo, hermano, hoy estás en el ayer, con tu caja de cartón, repleta de juguetes; y ese beso tuyo sumiso, que impregnó mis cabellos con tu inocencia. Bajo la tibieza del patio que nos vio crecer, y las paredes que despintó el tiempo, te he visto en mis visiones de otoño.
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Llevabas mameluco rojo, botas cortas, y un terco penacho sobre la frente. Y jugabas conmigo entre tus trompos, canicas de colores y mis muñecas. Nuestros carnavales mezclados con nuestras risas, regresan a mí. Tus palomilladas, roturas de cabeza entre lágrimas, y mis rodillas raspadas, se desvanecen como los charcos bajo el sol de nuestra infancia. Sólo me queda una vieja ventana, y mi rostro de niña angustiada, tras tus pisadas, que no regresaron del colegio una tarde.
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Oscureció luego, y a mi alma apretujada regresó la vida, cuando decidiste devolverle a nuestra larga escalera, tus pasos. Desde entonces supe que te quería, compañero, hermano, que solías leer conmigo historias y cuentos, y reir, reir… hasta ahogarnos.
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Julio, tu nombre se desliza suave, desde mi corazón, y fluye solitario entre mis páginas, como un llanto.
Dedicado a mi querido primo Julio,
compañero de juegos de mi infancia.
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De mi poemario:
«Jardines de antaño»
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Derechos reservados
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Volver
Volver al sabor de mi patio en sombra, donde gobierna un liláceo atardecer. Volver a mis plantas marchitas, con una que otra flor en agonía. A mi lámpara nocturna sobre el libro de Neruda que siempre cae al alma con sílabas de quebranto. Volver a tus miradas, a tus manos que intentan ser piadosas, a tu ir y venir delante de mis ojos que te añoran. A mis escalones de lluvia y mosaico, a mi puerta tallada entre campanas, que guarda hermética nuestra historia. Volver a lo que soy, a mis deseos. A mi refugio que alumbra. A mis noches de oración. Llevando esta dosis de ausencia por doquier, y una serena tristeza siempre a cuestas. INGRID ZETTERBERG De mi Libro "Por los bosques del silencio" Derechos reservados
La puerta vieja
LA PUERTA VIEJA
Yo he visto esa puerta
y me ha tocado el alma.
Mis dedos sedientos
de un pasado
de añoranzas,
se deslizaron
por la astillada madera.
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Ennegrecida por el tiempo,
hermosa de juventudes
que partieron.
Sus grietas
aún me hablan.
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Conmocionada me siento
por la aventura
de entrar por ella,
por los secretos guardados
detrás de su silencio.
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Alta, envejecida,
¿cuántos pasos recibió
hospitalaria?
¿cuántos versos se escribieron
detrás de su misterio?
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Su calma es estoica.
Su soledad
de antiguo roble
emana respeto.
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Puerta de pueblo,
de caras tristes
que asomaron
por las rendijas
de sus vetas soleadas.
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Hoy está sola,
y enmudece de pronto
entre gastadas paredes
de la serranía,
la puerta olvidada.
De mi poemario
«Tu luz y mis versos»
Derechos reservados
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La fuerza del amor
El amor es la fuerza que nos impulsa, que nos eleva hasta alcanzar lo ilimitado del Ser. Es un don divino que nos lleva de su mano por la senda; es la sed que no termina, que tiene raíces en el alma...que nos turba la paz. El amor lo llena todo, convierte en luz las tinieblas y endulza con su miel los rincones más amargos de nuestra humana esencia. El amor es un elixir que va corriendo por las venas, y de pronto somos ebrios de su dulzor. Y la espera se hace gris entre otoños que nos desnudan del ayer. Es una fuerza que me ata y a la vez me hace volar por desiertos y florestas; que me arrastran hasta tu soledad azul como mi alma. INGRID ZETTERBERG De mi poemario "Jardines de antaño" Derechos reservados Safe Creative Cta. 1006080193112
Maderas y clavos
MADERAS Y CLAVOS
¿Qué puedo decirte
mi vieja escalera?
Si tú tienes más astillas
que canas mi cabeza.
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Tú conoces este patio
desde antes que mis pies
tocaran la tierra;
y en tus grietas oscuras llevas
recuerdos de lluvias
que no alcanzan mis poemas.
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¿Qué puede saber
el latir de mi existencia,
que no sepa ya
el crujir de tu madera?
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Y en esta dulce tarde,
y en esta tarde nueva;
un rayo de sol
rociado de tristeza
sobre una de tus gradas
se detiene, oscila y tiembla.
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Y anda un caracol resbalando
como la tarde lenta
sobre tu sombra partida,
apolillada y seca.
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Yo te recuerdo
mi antigua compañera,
cuando mi niñez
trepaba bulliciosa,
para llegar contigo
a lo alto de la primavera.
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Y en esta tarde que eres
el motivo de mi pena,
sólo descansan en ti
tristes macetas.
De mi Libro
«Por los bosques del silencio»
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