
RECUERDOS AL AMANECER

Hoy miraba tus semillitas de albahaca
esparcidas sobre húmedo algodón.
Trabajo minucioso de tus manos.
Y supe que no acepto un adiós.
No acepto que te difumines
como una sombra en mi vida.
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Así, manso, sigiloso, te quiero yo.
Con tus pasos vacilantes
entre el patio y los corredores…
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¡Ah! me sorprendiste
una mañana de invierno gélido,
allá por el sur de tu tierra,
con torrentosas lluvias
que hasta entonces desconocía.
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Había música
en esa afilada cortina de lluvia,
y tu rostro encandiló mi alma.
¡Qué recuerdos
se me agolpan de pronto
en esta madrugada!
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Tu perfil, tu mirar,
aún no han muerto en mí;
puedo tocar de repente
los castaños crespos de tu nuca…
que me rindieron.
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Puedo sentir
el aroma que emanaba de ti.
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Han pasado cuarenta y seis años
desde entonces,
y ya no puedo vivir.
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Todo nos fue robado,
nuestra mutua juventud…
nuestras risas de antaño
como aguas claras, rebosantes,
se aquietaron ya.
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Y una lágrima resbala inquietante,
y estos versos
se disponen a expirar.

Dedicado a mi amado esposo
De mi poemario
«El canto de la tórtola»
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