Los últimos versos

Los últimos versos (2)

LOS ÚLTIMOS VERSOS

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Madre,

hoy te busco 

en los albores

de mi infancia

que quedó

presa de tu luz.

♥♥♥♥♥♥♥

Por ti soy poeta

en esta hora

de adiós que asoma;

madre,

nunca más tu mano

de alondra

se posará en mis cabellos.

♥♥♥♥♥♥♥

Ni la pureza de tu acento

me llevará al sueño…

♥♥♥♥♥♥♥

En la hondura de mi recuerdo

permanece cual estampa

la piedad de tu mirada.

♥♥♥♥♥♥♥

Y en mis cavilaciones presiento

que estos quizás sean

los últimos versos

que te ofrendo.

Cool Text - Ingrid Zetterberg 325383622287867

De mi poemario

«Sendero de inspiración»

♥♥♥♥♥♥♥

Derechos reservados

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INGRIDZETTERBERGDEESPINOZA (3)

De tu mano

De tu mano

DE TU MANO

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Madre, hoy te debo este mantel, sin pan; vacío de tazas rebosantes de ternura y rezongos de tu voz….oscurece.  ¡Si supieras el frío que esta tarde deambuló por mi casa! Los niños murmuran en la sala, delicias infantiles, que ya no encajan en mi tamaño ser.  Pero aún me siento niña, porque me hace falta aquella vieja cocina, donde humeaba el pan de tu cansancio, porque murió el camino que recorrí de tu mano.

Madre, que importa si ya pasó el verano con su música; el invierno también suele regalarnos flores.

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Dedicado a mi amada mamá cuando ella aún vivía

De mi poemario 

«Jardines de antaño»

♥♥♥♥♥♥♥

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AVMAIngrid

Mi escalera

Mi escalera

MI ESCALERA

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Esa escalera,

que no la derrumben por favor;

por esos fríos escalones

anda mi niñez

rodando todavía,

clara y tibia

como un sol de primavera.

Hoy,

después de tantos años

vuelvo a ella

con todo mi andar fatigado;

y me detengo

ante sus viejas gradas

que se ofrecen cual un regazo

para mi descanso.

♥♥♥♥♥♥♥

Sentada en esa escalera

retorna en mí la niña

que antaño jugara con muñecas;

y a mi oído regresan

las voces y los gritos

de la infancia;

los pasos de mi madre.

 

¡Cuántas veces

por esa escalera

la oí regresar con su soledad

y nuestro pan!

Por aquella escalera

llegó el cartero

hasta mi puerta

en los días de ausencia,

y luego la alegría

tras las lágrimas.

♥♥♥♥♥♥♥

Esa escalera,

que no la derrumben por favor.

Hoy al verla

en mí ha brotado

todo el ayer intensamente;

todo lo que creía

oculto para siempre.

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De mi Libro

«Por los bosques del silencio»

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Orfandad

 

Orfandad (1)

ORFANDAD

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En una tienda de cualquier calle de mi tiznada ciudad, un niño andrajoso, casi desnudo, ingresa a una panadería, y acercándose a una alta vitrina, contempla con lastimosa mirada, un  pastel apetitoso, y empinándose para ser visto, pregunta con temor: -¿Cuánto cuesta ese pastel?- Y una voz indolente le contesta: – En la pizarra está el precio.- Y el pequeño que  no sabe leer, todo ojos, todo tristeza, mira en derredor suyo,  como buscando ayuda. Luego saca de sus mugrosos bolsillos, una moneda; una sola moneda de  S/. 1.00 (un sol). Y pregunta de nuevo: -¿ Cuánto cuesta ese pastel ?- Y una voz impaciente le responde:- S/. 5.00 (cinco soles) muchacho. Y el pobre niño apretando en su mano su única moneda de S/. 1.00 (un sol), se aleja cabizbajo hacia la calle, a sentarse en el dintel de alguna puerta, como si le pesaran demasiado los ocho años que lleva sobre su piel.

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En la oscura avenida, la gente va y viene, distraída; los omnibuses echan su estela de veneno al pasar, y el vendedor de revistas se dispone a cerrar su puesto. Pero el chiquillo inadvertido para todos, se acurruca en una puerta de la noche, con hambre y sin niñez.

Apretado en su rincón, está llorando.  Aún tiene en su puño cerrado, la moneda de S/.1.00 (un sol).

Pasan bromeando los estudiantes.

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Los cansados obreros regresan a sus hogares, mientras las bocinas se remedan.  Ruedan las colillas de cigarro, empujadas por el frío viento.  Un borracho solitario se tambalea en una esquina entre luces de avisos que parpadean. Pero nadie ha visto al pequeño vagabundo, que no conoce mesa, ni cama, ni madre. Y ahora ha dejado de llorar para dormirse con su hambre.

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De mi poemario

«Jardines de antaño»

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Derechos reservados

Safe Creative Cta. 1006080193112.

El ataúd blanco…(Prosa)

 

El ataúd blanco (1)

EL ATAÚD BLANCO
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¡Qué triste aquel sol que cubría la tarde!  El viento iba despacio,
secando algunas lágrimas, y un murmullo de pasos lentos me llegó
desde lejos.  Eran siluetas de luto, llevando un ataúd blanco. Una
niña rubia había muerto, en Diciembre y de mañana.
Avanzaban en silencio, y se detuvieron en el parque. «El parque de
los pinos», donde agitara sus trenzas en un alegre y bullicioso
corretear.  Pero estaba ya muy quieta, y se habían callado para 
siempre las preguntas de su boca. 
Jugando con el revólver de su padre, y sus cuatro años inocentes, 
de pronto la sorprendió la muerte. Su breve vida se esfumó en el 
sol del mediodía, cual burbuja de jabón delicada y transparente.
Estaba tendido el ataúd en el césped; habían muchos niños, mucha
gente alrededor,…y de pronto se distinguió entre todas, una figura
femenina, toda vestida de blanco. Tenía los ojos en inalcanzable 
distancia. Parecía haber gastado todas sus lágrimas. 
-«Es la madre.»- se escuchó murmurar.
Tenía algo de digno su semblante, en aquella triste serenidad que 
Dios le daba a cambio; (quien ha sufrido tanto, tiene algo de grande),
era como si estuviera rodeada de una luz gloriosa, como si se le 
hubiera ensanchado el alma.
Y yo nunca he podido olvidar a esa madre. Aún ahora, después de
tanto tiempo, al pasar por su puerta, siento vivo el terrible peso de 
su tristeza. Y yo me he visto a mi misma, llorando en esos ojos de 
madre.
Habían subido el pequeño ataúd a la carroza blanca; el sol 
declinaba ya, y la pobre mujer se encaminó al auto, pero ¡cuánto
dolor arrastraba en su andar!  Con los brazos vacíos, sin su ángel
querido, se fue camino del cementerio, con un sufrimiento 
inexplicable en su mirada.  Mirada de madre que no he podido 
olvidar, porque me sigue lastimando.

 
Esto sucedió en la vida real hace mucho tiempo
a solo dos cuadras de la casa donde yo vivía.
Todos los derechos reservados
S.C. Cta. Nº 1006080193112

Madrid

Madrid

Madrid

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De ti Madrid,

ya sólo me llegan

lejanos murmullos

de añosas fuentes;

algunas vagas sonrisas

y aquella leche hospitalaria.

♥♥♥♥♥♥♥

España mía,

yo te he caminado

con los pies descalzos

del alma,

para sentirte.

Y he arrancado

un poco de ti

para llevarte conmigo

por siempre.

♥♥♥♥♥♥♥

Tal vez en aquella gitana

que cantaba

bajo mi balcón;

a quien tiré una moneda

mientras la calle Moreto

reventaba de sol.

♥♥♥♥♥♥♥

Quizás en aquella mano

que acarició a mi hijo;

o en aquel ebrio

que tocaba guitarra

en «La Plaza

de las tres fuentes».

♥♥♥♥♥♥♥

Madrid,

yo he robado

un poco de tu luz

en el empedrado

de tus lozanas tardes.

♥♥♥♥♥♥♥

Yo he rescatado

un poco del pan

que brotó

de tus entrañas de madre.

♥♥♥♥♥♥♥

Pero te siento

como una bruma;

como algo incierto

que se esfumó

en mis recuerdos;

♥♥♥♥♥♥♥

porque tú Madrid,

¡qué lejos estás hoy!

¡qué lejos!

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De mi poemario:

«El azul de la vida»

Derechos reservados

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