MIRADA INOLVIDABLE
(Relato breve)
Toro negro de lidia, fuerte, majestuoso, intimidante. ¿Cómo no ibas a estar entre mis letras, si en mi alma vive por siempre tu estampa recia?
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Toro de corral, negro azabache, inocente semental… Estaba entreabierta la oscura reja que de mí te separaba, y apenas unos cuatro metros escasos entre tú y yo. Y entonces me topé con tu mirada, ¡que jamás olvidaré!
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Me topé con tu aterradora quietud, y se me heló la sangre. Ante tu proximidad una oleada de pánico me invadió. Había yo acompañado al grupo escolar de mi pequeña hija a la granja MILKITO en las afueras de Lima. Y a los niños les mostraban las máquinas que hacían el yogurt en pleno funcionamiento, fue allí que yo me alejé por el amplio establecimiento; y pude ver que una vaca acababa de parir. Jamás se irá de mi memoria el olor a sangre que llenaba el ambiente.
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Me acerqué luego a un pequeño becerro que lamió mi mano que lo acariciaba, y lo áspero de su lengua me sorprendió. Y después de unos minutos fue mi encuentro con tu mirada de negra amargura, toro de hermosa casta. Había dolor en tu expresión, hartazgo quizás de tu servicio al hombre, de la crueldad de su trato, de su insana indiferencia. Todo eso pude captar en tu mirada, oh, toro hermoso, de temibles pitones afilados.
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Hoy que han pasado los años, yo te recuerdo cuando veo esas crueles corridas de toros en algunos vídeos, y siento repugnancia de la maldad humana, y de aquel deleznable espectáculo. Pues mi respeto por los animales es muy grande. Oh, hermoso ejemplar, con tu piel de terciopelo, quiera Dios que tu enérgica testa no haya terminado cual trofeo, colgada de una trágica pared.
INGRID ZETTERBERG
De mi poemario
«Joyas de mi alma»
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