El paisaje marítimo es de ensueño, de las manos de Dios, su gran diseño. El verano apacible nos alumbra y a distancia entre luces se columbra la bellísima playa que acostumbra visitar el gentío hasta en penumbra. Las fogatas se encienden en la noche, en la orilla siempre hay baile en derroche. Y las ondas de aquel mar caribeño que a lo lejos turquesa se vislumbra, acarician la piel en medianoche. INGRID ZETTERBERG De mi poemario "Por la ruta de la poesía clásica" Derechos reservados